Domingo 20 de Diciembre de 2009
6:55 a.m
Recién llegada de mi habitual salida de sábado. Llueve pensamiento de cemento… de vos.
Ya ni sé si te quiero, si te seguiré queriendo como te quise. Hace más de un año que sabemos quiénes somos. Sin embargo, no sabemos nada el uno del otro. Poquito de todo, mucho de nada.
Quizá este sea el primer gran capítulo que vengo esperando hace diez meses: matarte internamente. No quiero estar en boca de nadie. No quiero ser culpable de algo que no existe, no existió y muy probablemente no existirá. Ni siquiera puedo llorar con desánimo de rechazo tuyo: lloro por esa necesidad intrínseca que dice NO AMARTE MÁS. Lo puedo escribir… el día que lo pueda leer, es porque realmente estoy completamente segura de lo que signifique en mí, desunirme a vos.
Me duele hasta la tráquea, me duele el corazón… no está partido, no está resquebrajado: está lleno de fortaleza para continuarme, continuar mi vida con todo ese egoísmo inconsciente que se concentra en tu voz.
No quiero un mundo rodeado con minas a punto de estallar a mi alrededor. Quiero PAZ!!! Quiero AMOR del verdadero, del que no nos lleva de sorpresa en ningún sitio juez de nadie… del que SÍ está, porque llega solo.
Felicidades! Te ganaste el premio mayor: insensibilizarme más para vaciar la paciencia que deposité en un caminito de cristal.
¡Buena vida! ¡Buena vida… XXX!!! Sin saber cómo reaccionaré ante lo que grite tu presencia… Te deseo buena vida sin resquemor.